miércoles, 13 de abril de 2011

MARAVILLAS DEL CARRITO

Casi siempre llevo a Mi Chiquitina encima con fular o mochila.
Me gusta ser una mamá canguro. Estamos muy a gusto la una junto a la otra, ella está más tranquila y yo también. Además es mucho más cómodo que el carro para escaleras, transporte, aglomeraciones,... me siento más libre.
De vez en cuando escucho algún comentario bienintencionado de mi entorno haciendo alusión a mi espalda y mi cansancio. Es cierto, a veces estoy un poco más cansada y decido sacar el carro, pero en cuanto recupero las energías vuelvo a la mochila, es como una necesidad.
El otro día me fui a comprar unos zapatos y fuimos con el carro, porque si no sería imposible probármelos.
Y entonces me sentí como se deben sentir las personas con sillas de ruedas o limitaciones de movilidad.
Salgo del centro comercial y me dirijo a la parada del autobús. Lo pierdo por un momento, así que espero al siguiente.
Siete minutos.
Cuando llega y me dispongo a subir me dice el conductor: "¡Eh, que ya hay otro!". Así que me quedo en tierra, pues otro carro ocupa ya el espacio reservado en el autobús.
Espero al siguiente.
Siete minutos.
Cuando llega me dice el conductor con el dedo: "No. no". Otro carro. Me quedo en la parada, mientras el resto de la gente se sube.
Espero al siguiente.
Cinco o siete minutos.
Por fín subo.
Al llegar a mi destino se abren las puertas y bajan dos personas, pero un señor que estaba junto a la salida y que yo pensaba que iba a bajar me entorpece el paso. Se cierran las puertas. "¡Por favor, me puede abrir! ¡Gracias!". El conductor, para ayudar hace que baje el lateral del autobús, pero las ruedas traseras del carro se quedan atascadas bajo la plataforma y no puedo ir ni palante ni patrás. Toda agobiada. Tres hombres se bajan a ayudarme, el carro está bien atascado y lo zarandean, mi chiquitina dormida (menos mal).
Luego, cuando bajaba por la calle una ramita se mete por las ruedas, ¡aaaaargh!
Vamos, que volvemos a nuestra mochilita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario