martes, 15 de febrero de 2011

KIRIKU Y LA MONTAÑA I (o cómo los niños gestionan su propio aprendizaje)


El camino de vuelta del cole, lo solemos hacer con compañeros de Kirikú y sus mamás, y pasamos junto a un caminito muy empinado con forma de tobogán. Al poco de comenzar el curso, Espiderman, uno de los amigos de mi hijo, se puso a treparlo. No recuerdo si se dejó algo más que la pulcritud del pantalón en aquella faena, lo cierto es que los rasguños forman parte de sus heridas de guerra y los asume con disclina. Él se lanza y prueba sus capacidades sin un atisbo de temor, por lo que en un par de días dominó la técnica de trepar, y pronto le siguieron otros compañeros.
Bueno, Kirikú no parecía muy interesado en subir. Se quedaba como niño bueno, esperando junto a nosotras a que sus compañeros bajaran y poder reanudar el juego por la calle.
Hasta que un día me dijo: "Quiero subir, ¿me ayudas?". Le dije que no podía, que llevaba a su hermana colgada con el fular (es lo que tiene el ser una mamá canguro, que te limita para todo lo que es trepar, arrastrarse, y jugar a las peleas de los gormitis). Otra mamá se ofreció a ayudarle, y Kirikú subió tan contento hasta la mitad de la pendiente. Luego hubo que ayudarles a los dos a bajar.
Al día siguiente, subió sólo media cuesta y pidió la mano para bajar.
Un día después, bajó sin ayuda, arrastrando el culo. Y hoy día es capaz de subir hasta arriba y bajar despaciiiiiiito, en compañía de Espiderman y si le esperamos las mamás abajo con las manos abiertas.
Así, mi niño, empujado por su propia motivación ha ido superando sus temores y dificultades y realizado un aprendizaje (sin concluir aún) al ritmo que él mismo se ha marcado y gestionando sus propios recursos. Ha acomentido la subida cuando se ha sentido preparado moralmente, ha pedido ayuda cualificada cuando lo ha visto conveniente y ha observado a sus compañeros para imitarlos, adaptando sus técnicas a sus propias necesidades.

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