lunes, 14 de septiembre de 2009

Y COMIENZA EL CURSO

Este año soy tutora de un grupo de tres años en un colegio en el que no había estado antes.
Al ser nueva en el centro no me he atrevido a opinar demasiado de determinados aspectos organizativos.
Uno de ellos ha sido el periodo de adaptación.
Nuestra querida consejería de educación, siempre pensando en el bien de los niños y en ponernos las cosas más fáciles a los maestros, nos tiene prohibida la incorporación escalonada y con horario flexible a niños de tres años más allá de los primeros cinco días. Por supuesto sus motivaviones no son pedagógicas ni humanitarias, pero eso es carne de otro asador, y hablaré de ello en otro momento.
Así que tenemos una semana escasa para que los niños se adapten al centro al centro escolar. De risa.
Por supuesto que el periodo de adaptación real va a durar lo que cada niño estime oportuno. Pero la organización nuestra estará limitada a estos días y a la escased de apoyos.
Por lo tanto: el primer día el niño llega a un grupo de seis alumnos, si llora, que se prepare, que el segundo día va a seguir llorando con más niños en el aula, y el tercer día con más niños aún. Terrible.
Yo no soy de las que piensa que cuanto antes y cuanto más a lo bruto mejor.
Tampoco soy de las que piensa que lo pasan peor las madres que los niños: esto es un insulto a las madres y a los niños.
Y tampoco creo que cuanto más desapego más autónomo será el niño.

Si hacemos caso a múltiples estudios psicológicos (Bolwby, por ejemplo, y otros que han seguido esta línea), llegaremos a la conclusión de que la separación de niños menores de siete años de sus familias es antinatural, que si lo hacemos es porque no nos queda más remedio; que los niños sufren durante su incorporación a la escuela, y que los maestros/as tenemos la obligación de atenderlos lo mejor posible, siendo empáticos, cariñosos y evitando reprimir las muestras de angustia y miedo.

Y ya sé que la consejería de educación nos pone las cosas cada vez más difíciles, pero debemos saber reaccionar: demandando lo que es necesario para nuestros pequeños, concienciando e informando de manera responsable a las familias, y atendiendo en la medida de nuestras posibilidades a los niños asustados y desamparados.

Dedicado a S., a D, a Sl, a T, que se han pasado buena parte de la mañana llorando, y a tantos otros a los que les queda unas cuantas semanas por sufrir.

1 comentario:

  1. Ojalá todas las maestras pensaran así,...aunque imagino (y espero) que habrá más que piensen como tú. Ànimo con la semana, que por lo que parece lo vas a necesitar, y los peques también.

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