miércoles, 23 de septiembre de 2009

ESTÁ SIENDO DIFÍCIL

Esto de educar en el colegio con respeto resulta ser misión casi imposible.
25 niños de 3 años. Todos tienen que sentarse a la vez, donde tú les dices. Todos en fila a la vez: cuando tú les dices. Todos a hacer pis a la vez: porque tú lo digas...
Demasiadas normas para niños tan pequeños.
Hoy estoy un poco desmoralizada.
Hoy estoy triste.
¿Cómo será mañana?

lunes, 14 de septiembre de 2009

Y COMIENZA EL CURSO

Este año soy tutora de un grupo de tres años en un colegio en el que no había estado antes.
Al ser nueva en el centro no me he atrevido a opinar demasiado de determinados aspectos organizativos.
Uno de ellos ha sido el periodo de adaptación.
Nuestra querida consejería de educación, siempre pensando en el bien de los niños y en ponernos las cosas más fáciles a los maestros, nos tiene prohibida la incorporación escalonada y con horario flexible a niños de tres años más allá de los primeros cinco días. Por supuesto sus motivaviones no son pedagógicas ni humanitarias, pero eso es carne de otro asador, y hablaré de ello en otro momento.
Así que tenemos una semana escasa para que los niños se adapten al centro al centro escolar. De risa.
Por supuesto que el periodo de adaptación real va a durar lo que cada niño estime oportuno. Pero la organización nuestra estará limitada a estos días y a la escased de apoyos.
Por lo tanto: el primer día el niño llega a un grupo de seis alumnos, si llora, que se prepare, que el segundo día va a seguir llorando con más niños en el aula, y el tercer día con más niños aún. Terrible.
Yo no soy de las que piensa que cuanto antes y cuanto más a lo bruto mejor.
Tampoco soy de las que piensa que lo pasan peor las madres que los niños: esto es un insulto a las madres y a los niños.
Y tampoco creo que cuanto más desapego más autónomo será el niño.

Si hacemos caso a múltiples estudios psicológicos (Bolwby, por ejemplo, y otros que han seguido esta línea), llegaremos a la conclusión de que la separación de niños menores de siete años de sus familias es antinatural, que si lo hacemos es porque no nos queda más remedio; que los niños sufren durante su incorporación a la escuela, y que los maestros/as tenemos la obligación de atenderlos lo mejor posible, siendo empáticos, cariñosos y evitando reprimir las muestras de angustia y miedo.

Y ya sé que la consejería de educación nos pone las cosas cada vez más difíciles, pero debemos saber reaccionar: demandando lo que es necesario para nuestros pequeños, concienciando e informando de manera responsable a las familias, y atendiendo en la medida de nuestras posibilidades a los niños asustados y desamparados.

Dedicado a S., a D, a Sl, a T, que se han pasado buena parte de la mañana llorando, y a tantos otros a los que les queda unas cuantas semanas por sufrir.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Un hecho escolar



Me llegó a las manos este relato de un hecho real. Lo publico con el permiso de su autor. He cambiado los nombres:


Principios de Noviembre, hace ya mes y medio que comenzó el curso.
El nivel de llantos en la escuela infantil ha bajado considerablemente, había muchos niños nuevos y eso ha hecho que el periodo de adaptación fuera largo y duro.
Pero Roberto sigue llorando.
Todos los días llora. Durante mucho rato.
Las educadoras del grupo de 1 año le arrancan de los brazos de su madre para que ésta se pueda ir. Intentan consolarle pero Roberto sigue llorando. Toda la mañana llorando.
Una mañana sus educadoras deciden que es demasiado y que hay que poner fin al tema.

Elena, le dice: "Ya está bien, deja de llorar ya. Si vas a seguir llorando te quedas ahí". Le mete en el baño, donde los niños de dos años y las educadoras andan con los cambios de pañales, e intenta cerrar la puerta. Roberto sigue llorando, ahora más fuerte y mirando a ELena, los demás niños le miran a él.
"¡Uy, pobrecito!",le dice una de las otras educadoras a Elena "¿pero no te da pena, chica?"
"¿Tú sabes lo que es escuchar esto durante dos meses?" responde Elena.
"Sí, claro que lo sé", contesta la otra.
Roberto se calla entre hipidos y mira a Elena.
"¿Ya está?" dice ésta "Pues, hala, vamos a la clase".
Y los dos entran.


De este hecho se pueden sacar muchas reflexiones, y abrir incluso un debate. Escenas así ocurren a menudo en los centros escolares, y de la cotidianeidad hacemos normalidad.
Que unos niños se pasen dos meses llorando es un drama y no debería ser normal.
Que unas educadoras soporten durante dos meses el nivel de estrés que esto supone es un drama y no debería ser normal.
Que la solución pase por inhibir la expresión de sentimientos del niño es un drama y no debería ser "lo correcto".
¿Qué estamos haciendo con nuestros niños? Esto es una cadena social que nos afecta a todos, me explico:
- Vivimos un sistema económico que hace que unos pocos se lucren a costa del esfuerzo y sacrificio de muchos. Para que esto sea así, todos: hombres y mujeres, deben dedicar mucho tiempo al trabajo. Por lo tanto, no pueden atender y criar a sus hijos adecuadamente.
- Es por eso que el propio sistema crea recursos para (con poco dinero) "guardar" a los niños mientras sus padres y madres son explotados.
- Los niños desde muy pequeñitos son separados de sus madres, pero éstas aceptan porque les han vendido la milonga de que es educativo y bueno para los niños.
- Los niños lloran, sufren.
- Las educadoras/os, maestras/os, etc, que al final nos creemos eso de lo educativo intentamos hacer las cosas bien, pero el sistema económico, que no tiene previsto gastarse mucho dinero en los niños (porque si no sería más rentable dejar de explotar a las madres), no permite que las condiciones de las criaturas y de sus cuidadores sean las adecuadas.
- Los niños lloran y sufren más.
- Para tapar esto, se nos vende también la milonga de la autonomía y el control de las emociones, y obligamos a un niño de año y medio a tragarse sus lágrimas.
- Los niños no lloran, pero sufren mucho más.

Vivimos engañados, pero los que pagan el pato sobre todo son los niños y... vaya ¿quien va a sacar el país adelante dentro de cuarenta años? ¿Un Roberto resentido?