viernes, 3 de julio de 2009

Por qué este blog



Este blog es porque llevo tiempo buscando.
Siempre me he considerado una maestra crítica con el sistema y empática con los niños.
El nacimiento de mi hijo me hizo entender que quizá no lo fuera tanto. Sobre todo lo segundo.
No he sido tan empática, y aún no lo soy lo suficiente, de eso ya estoy segura.
Al nacer mi pequeño Kirikú, valiente como el del cuento, mi persona sufrió una crisis.
La mejor crisis que puede tener un ser humano adulto: darle la vuelta a la vida y a la forma de ver las cosas.

Kirikú luchó y luchó para hacerme ver que yo estaba equivocada, que tenía que reflexionar y de paso tomarle más en brazos. Por eso digo que es un valiente, porque no abandonó la lucha y no dejó de increpar hasta que hice lo correcto: tenerle en brazos, hacerle caso.
Aún hoy, encuentro muchas debilidades en mí y sé que no soy una madre totalmente entregada. Tengo carencias, como la mayoría de los habitantes de esta sociedad; y las carencias dificultan una entrega total a los hijos.
Sólo espero hacerlo lo mejor posible, de manera que él, cuando tenga sus propios hijos, pueda entregarse a ellos más fácilmente, y así, de generación en generación, vayamos mejorando la crianza, y por lo tanto, el mundo.


Pero es del cole de lo que trata este blog. Aunque mi valiente Kirikú aparecerá a menudo, pues es mi maestro y mi conejillo de indias.
Volví al cole después del permiso de maternidad y una excedencia que me pareció muy corta. Dejé a mi pequeño en una escuela infantil con el corazón en un puño, y me adentré en el mundo exterior (qué paradoja) sin deseos de hacerlo, pero dispuesta al fin.

Cuando llegué al cole lo vi todo con ojos nuevos.
De pronto me sentí como una mamá enviada por otras mamás para cuidar de sus pequeños.Y las lágrimas de los niños de tres años en pleno periodo de adaptación me hacían encoger el alma, como nunca hasta entonces.
Y lo vi claro: el colegio es un monstruo para los niños.

¿Y ahora qué?, me dije, Esto es lo que hay, eres maestra y formas parte de este engranaje destructor, y por cierto, tu hijo está en él.
Bueno, por un lado, Kirikú ha tenido suerte y le ha tocado un cole que no está del todo mal, lo cual no significa que no esté mejor en casa con su papá y conmigo.

Por otro lado, no puedo abandonarlo todo e irme al campo a vivir a estas alturas. Mi chico no está por la labor y yo... creo que tampoco.
Esta es nuestra sociedad: está organizada de tal manera que unos pocos explotan al resto, y los hijos de todos tienen que estar aparcados para poder seguir explotando a los padres.
Con la excusa de la educación se separa a los niños demasiado pronto de sus familias y se les mete en un sitio enorme, lleno de niños y de adultos que imponen una reglas rígidas alejadas de sus necesidades.

Así que tengo dos opciones: alejarme de la sociedad, ser testimonio de lo que puede ser una vida más humana y radicalmente distinta a la que vive la mayoría.
O bien quedarme en la sociedad, y ser testimonio desde dentro, con menor radicalidad, pero más cercana.
Y no es que una de las dos opciones me parezca mejor, que creo que hace falta gente arrimando el hombro en ambos lados: unos que tiren desde fuera, mostrando caminos, y otros empujando desde dentro.
Así que, mientras el sistema me permita estar dentro, creo que esta es mi opción.

Y mi búsqueda es: ¿Cómo hacer que la escuela sea más humana, menos destructora para los niños?
Y como no quiero hacer esta búsqueda sola, pues he creado este blog, para que quien me encuentre y quiera seguirme, pueda aportar y preguntar; pues sé que no soy la única que vive estas reflexiones.

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