domingo, 1 de noviembre de 2009

¿Un punto de inflexión?

He estado muy agobiada todo este tiempo, y es por eso que ni siquiera me he pasado por aquí. Seguidores: ¡Yuuuju!¿Estáis ahí? Bueno, no os lo recrimino.
Si alguien aparece y vuelve a leerme: creo que he llegado a un punto de inflexión. Me explico.
Tengo un grupo de alumnos suuuuuuuper movido. Nunca he visto nada igual, son como pequeños monitos, que no paran ni para respirar, por lo que me está costando muchisimo que entren en la rutina, y encontrar actividades que les interesen y puedan hacer.
La cosa iba mal, porque yo casi me había olvidado de mi propósito de educar con respeto.
Y es que en el colegio es bastante difícil, ya que hay una rigidez en cuanto a funcionamiento y exigencias que no respeta las necesidades de los niños. Y si tienes un grupo que lo que más necesita es moverse (mucho) para aprender e interactuar (ya que no hablan muy bien todavía), hay que saber hacer encaje con bolillos.
Así que aparqué un poquito lo del respeto y volví a las viejas formas tradicionales (gritos y castigos), combinadas (que todo hay que decirlo), con algunas buenas ideas (música, cuentos, etc). El caso es que han ido entrando en la rutina, todos los profes dicen que "han mejorado" de los primeros días a ahora.
Pero yo no estaba nada contenta. El jueves pasado tuve que enfadarme mucho con ellos e incluso llegué a perder los estribos (mi garganta anda resentida conmigo), y me preocupé. ¿Acaso esto es imposible?¿Quizá yo no ando bien de la cabeza y pierdo los nerviso con facilidad?
No pegué ojo en toda la noche.
Y reflexioné.
Y reflexioné.
Y seguí reflexionando (me costó, pero no era capaz de pensar en otra cosa).
Estas son las conclusiones a las que llegué:
- Esto no es un camino fácil, poca gente lo ha andado, por lo que faltan referentes.
- Me tengo que revisar como persona, igual que hice como madre, hay aspectos de mi psicología que tengo que superar para relacionarme con los demás de manera respetuosa, parte del problema no son ellos, soy yo.
- Les he exigido demasiado. Me tengo que relajar, no voy a intentar que se adapten a las actividades, sino al revés. Me he dado cuenta de que no demandan tantas actividades, sino poder realizar unas pocas a su aire.
- Tengo que perder el miedo al colegio, la consejería , los inspectores y toda la biblia en verso. Sus exigencias no son tantas como yo me había figurado (en otros momentos y otros lugares, sí, pero ahora no).

Así que la noche del jueves al viernes tomé una determinación: calma, relativiza, y si no puedes hacer fichas no las hagas. Una actividad al día y si tienes apoyo. Y lo demás rutinas, juego libre, etc. Y seguir buscando estrategias para aquellas cosas que no puedes cambiar: conseguir que recojan los juguetes a través del diálogo, seguir trabajando los cuentos y la música, etc

¡Y volver al blog!

Por lo que espero que esto haya sido de verdad un punto de inflexión.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

ESTÁ SIENDO DIFÍCIL

Esto de educar en el colegio con respeto resulta ser misión casi imposible.
25 niños de 3 años. Todos tienen que sentarse a la vez, donde tú les dices. Todos en fila a la vez: cuando tú les dices. Todos a hacer pis a la vez: porque tú lo digas...
Demasiadas normas para niños tan pequeños.
Hoy estoy un poco desmoralizada.
Hoy estoy triste.
¿Cómo será mañana?

lunes, 14 de septiembre de 2009

Y COMIENZA EL CURSO

Este año soy tutora de un grupo de tres años en un colegio en el que no había estado antes.
Al ser nueva en el centro no me he atrevido a opinar demasiado de determinados aspectos organizativos.
Uno de ellos ha sido el periodo de adaptación.
Nuestra querida consejería de educación, siempre pensando en el bien de los niños y en ponernos las cosas más fáciles a los maestros, nos tiene prohibida la incorporación escalonada y con horario flexible a niños de tres años más allá de los primeros cinco días. Por supuesto sus motivaviones no son pedagógicas ni humanitarias, pero eso es carne de otro asador, y hablaré de ello en otro momento.
Así que tenemos una semana escasa para que los niños se adapten al centro al centro escolar. De risa.
Por supuesto que el periodo de adaptación real va a durar lo que cada niño estime oportuno. Pero la organización nuestra estará limitada a estos días y a la escased de apoyos.
Por lo tanto: el primer día el niño llega a un grupo de seis alumnos, si llora, que se prepare, que el segundo día va a seguir llorando con más niños en el aula, y el tercer día con más niños aún. Terrible.
Yo no soy de las que piensa que cuanto antes y cuanto más a lo bruto mejor.
Tampoco soy de las que piensa que lo pasan peor las madres que los niños: esto es un insulto a las madres y a los niños.
Y tampoco creo que cuanto más desapego más autónomo será el niño.

Si hacemos caso a múltiples estudios psicológicos (Bolwby, por ejemplo, y otros que han seguido esta línea), llegaremos a la conclusión de que la separación de niños menores de siete años de sus familias es antinatural, que si lo hacemos es porque no nos queda más remedio; que los niños sufren durante su incorporación a la escuela, y que los maestros/as tenemos la obligación de atenderlos lo mejor posible, siendo empáticos, cariñosos y evitando reprimir las muestras de angustia y miedo.

Y ya sé que la consejería de educación nos pone las cosas cada vez más difíciles, pero debemos saber reaccionar: demandando lo que es necesario para nuestros pequeños, concienciando e informando de manera responsable a las familias, y atendiendo en la medida de nuestras posibilidades a los niños asustados y desamparados.

Dedicado a S., a D, a Sl, a T, que se han pasado buena parte de la mañana llorando, y a tantos otros a los que les queda unas cuantas semanas por sufrir.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Un hecho escolar



Me llegó a las manos este relato de un hecho real. Lo publico con el permiso de su autor. He cambiado los nombres:


Principios de Noviembre, hace ya mes y medio que comenzó el curso.
El nivel de llantos en la escuela infantil ha bajado considerablemente, había muchos niños nuevos y eso ha hecho que el periodo de adaptación fuera largo y duro.
Pero Roberto sigue llorando.
Todos los días llora. Durante mucho rato.
Las educadoras del grupo de 1 año le arrancan de los brazos de su madre para que ésta se pueda ir. Intentan consolarle pero Roberto sigue llorando. Toda la mañana llorando.
Una mañana sus educadoras deciden que es demasiado y que hay que poner fin al tema.

Elena, le dice: "Ya está bien, deja de llorar ya. Si vas a seguir llorando te quedas ahí". Le mete en el baño, donde los niños de dos años y las educadoras andan con los cambios de pañales, e intenta cerrar la puerta. Roberto sigue llorando, ahora más fuerte y mirando a ELena, los demás niños le miran a él.
"¡Uy, pobrecito!",le dice una de las otras educadoras a Elena "¿pero no te da pena, chica?"
"¿Tú sabes lo que es escuchar esto durante dos meses?" responde Elena.
"Sí, claro que lo sé", contesta la otra.
Roberto se calla entre hipidos y mira a Elena.
"¿Ya está?" dice ésta "Pues, hala, vamos a la clase".
Y los dos entran.


De este hecho se pueden sacar muchas reflexiones, y abrir incluso un debate. Escenas así ocurren a menudo en los centros escolares, y de la cotidianeidad hacemos normalidad.
Que unos niños se pasen dos meses llorando es un drama y no debería ser normal.
Que unas educadoras soporten durante dos meses el nivel de estrés que esto supone es un drama y no debería ser normal.
Que la solución pase por inhibir la expresión de sentimientos del niño es un drama y no debería ser "lo correcto".
¿Qué estamos haciendo con nuestros niños? Esto es una cadena social que nos afecta a todos, me explico:
- Vivimos un sistema económico que hace que unos pocos se lucren a costa del esfuerzo y sacrificio de muchos. Para que esto sea así, todos: hombres y mujeres, deben dedicar mucho tiempo al trabajo. Por lo tanto, no pueden atender y criar a sus hijos adecuadamente.
- Es por eso que el propio sistema crea recursos para (con poco dinero) "guardar" a los niños mientras sus padres y madres son explotados.
- Los niños desde muy pequeñitos son separados de sus madres, pero éstas aceptan porque les han vendido la milonga de que es educativo y bueno para los niños.
- Los niños lloran, sufren.
- Las educadoras/os, maestras/os, etc, que al final nos creemos eso de lo educativo intentamos hacer las cosas bien, pero el sistema económico, que no tiene previsto gastarse mucho dinero en los niños (porque si no sería más rentable dejar de explotar a las madres), no permite que las condiciones de las criaturas y de sus cuidadores sean las adecuadas.
- Los niños lloran y sufren más.
- Para tapar esto, se nos vende también la milonga de la autonomía y el control de las emociones, y obligamos a un niño de año y medio a tragarse sus lágrimas.
- Los niños no lloran, pero sufren mucho más.

Vivimos engañados, pero los que pagan el pato sobre todo son los niños y... vaya ¿quien va a sacar el país adelante dentro de cuarenta años? ¿Un Roberto resentido?












lunes, 27 de julio de 2009

Lo que percibimos como normal

Ayer mismo, una gran amiga mía, maestra también, me confesó que cuando era más joven, y comenzaba su andadura por el mundo de la enseñanza había hecho cosas con los niños de las que ahora se arrepiente: cosas como obligarles a comer o gritarles, o permitir que otros lo hagan. "Yo también", contesté, "y no hace tanto de eso".
Me gustaría no haber hecho nada de lo que ahora considero maltrato, para tener mi "expediente limpio", y poder arremeter con tranquilidad contra todos los que sí lo hacen.
Pero la vida no es así. Los seres humanos no somos como en las películas disney, o muy buenos o muy malos. Hacemos cosas que ayudan a crecer y ser felices a los demás y a nosotros mismos y hacemos otras equivocadas que destruyen.
Y hay muchas conductas que están socialmente establecidas y vemos como normales y necesarias. Conductas como obligar a comer a un niño, - porque si no estará desnutrido o será un consentido-, como gritar o castigar, - para moldear su carácter-, como empujarles a que maduren de manera antinatural... y cosas que seguramente no soy capaz de ver porque aún las considero normales y necesarias.
Y entonces, cuando descubres otros valores (al tener un hijo, al conocer otra gente, al leer,...) comienzas a ver la realidad desde otra perspectiva, y te das cuenta de que con los niños, en nuestra sociedad, tenemos actitudes prepotentes, egoístas y maltratadoras.
Con la excusa de la educación soltamos nuestras frustraciones y venganzas de lo que nos hicieron de pequeños. La rabia que tenemos acumulada, la volcamos en nuestros niños porque sabemos que está socialmente permitido, y nos engañamos a nosotros mismos diciéndonos que es por su bien.
Pero debemos desmantelar todo ese entramado psicológico y ponernos en el lugar del niño. Tratar al niño como nos gusta que nos traten a nosotros, y como nos gustaría que nos hubieran tratado de pequeños: con respeto.

viernes, 10 de julio de 2009

Colegio y control de esfínteres

No hay ninguna norma que diga que los niños, para entrar en el segundo ciclo de Educación Infantil deban controlar esfínteres y no llevar pañal.
Es algo tan absurdo como exigir que para que entren en el primer ciclo deban caminar.
EL control de esfínteres es un proceso madurativo, no educativo, aunque tenga un aspecto relacionado con los hábitos higiénicos.
Si el niño no controla, pues no controla. Por mucho que le sentemos cada media hora en el orinal y que le recordemos dónde se hace pis, y que le digamos que es de mayores usar el retrete, si no controla, no controla.
Además, como todo proceso madurativo, no existe una edad exacta para que el niño lo cumpla, hay crios que les ocurre mucho antes y otros después, independietemente de la estimulación, la inteligencia y la adquisición de hábitos.
Pero..., llegan los dos años y medio, y los papás y mamás comienzan a ponerse nerviosos, porque su peque aún lleva pañal... y va a ir al cole.
Y la institución que más debería adaptarse a las crituras, que tendría que ser absolutamente flexible con estas cosas, informar a las familias de manera adecuada y responsable, es precisamente la que crea el problema: se le exige al niño o niña que controle antes de tiempo.
Y pasa lo que pasa, que el niño, en vez de tener un proceso tranquilo, en el que pueda llevar pañal hasta sentirse seguro sin él, y decidir cuándo está preparado del todo, vive una situación tensa, en la que se le escapa el pis cada dos por tres, se le llama "meón", se le riñe.
Yo he contemplado situaciones absurdas y dolorosas, niños que durante el primer trimestre del segundo ciclo, tenían escapes cada dos por tres, y yo, siendo la maestra de apoyo no podía cambiarlos "porque no era nuestra función", así que me tocaba recorrer todo el colegio para buscar a la cuidadora del comedor que los padres habían contratado para cambiar a los niños.
Volviendo al inicio, no hay ninguna normativa que diga si los maestros/as de Educación Infantil tienen o no que cambiar a los niños si se hacen pis o caca, pero resulta que he encontrado esto en la LOE (para profanos Ley Orgánica de Educación, en la que se basa el sistema educativo español): Las funciones del profesorado son entre otras, las siguientes:(...) e)La atención al desarrollo intelectual, afectivo, psicomotriz, social y moral del alumno. (LOE, Título III, Cáp I Art. 91)
Bien, demasiado general, quizás, pero no deja de ser una alusión al desarrollo integral de los niños y niñas. Y los niños y niñas de tres años tienen una peculiaridad: aún no controlan del todo los esfínteres.

viernes, 3 de julio de 2009

Por qué este blog



Este blog es porque llevo tiempo buscando.
Siempre me he considerado una maestra crítica con el sistema y empática con los niños.
El nacimiento de mi hijo me hizo entender que quizá no lo fuera tanto. Sobre todo lo segundo.
No he sido tan empática, y aún no lo soy lo suficiente, de eso ya estoy segura.
Al nacer mi pequeño Kirikú, valiente como el del cuento, mi persona sufrió una crisis.
La mejor crisis que puede tener un ser humano adulto: darle la vuelta a la vida y a la forma de ver las cosas.

Kirikú luchó y luchó para hacerme ver que yo estaba equivocada, que tenía que reflexionar y de paso tomarle más en brazos. Por eso digo que es un valiente, porque no abandonó la lucha y no dejó de increpar hasta que hice lo correcto: tenerle en brazos, hacerle caso.
Aún hoy, encuentro muchas debilidades en mí y sé que no soy una madre totalmente entregada. Tengo carencias, como la mayoría de los habitantes de esta sociedad; y las carencias dificultan una entrega total a los hijos.
Sólo espero hacerlo lo mejor posible, de manera que él, cuando tenga sus propios hijos, pueda entregarse a ellos más fácilmente, y así, de generación en generación, vayamos mejorando la crianza, y por lo tanto, el mundo.


Pero es del cole de lo que trata este blog. Aunque mi valiente Kirikú aparecerá a menudo, pues es mi maestro y mi conejillo de indias.
Volví al cole después del permiso de maternidad y una excedencia que me pareció muy corta. Dejé a mi pequeño en una escuela infantil con el corazón en un puño, y me adentré en el mundo exterior (qué paradoja) sin deseos de hacerlo, pero dispuesta al fin.

Cuando llegué al cole lo vi todo con ojos nuevos.
De pronto me sentí como una mamá enviada por otras mamás para cuidar de sus pequeños.Y las lágrimas de los niños de tres años en pleno periodo de adaptación me hacían encoger el alma, como nunca hasta entonces.
Y lo vi claro: el colegio es un monstruo para los niños.

¿Y ahora qué?, me dije, Esto es lo que hay, eres maestra y formas parte de este engranaje destructor, y por cierto, tu hijo está en él.
Bueno, por un lado, Kirikú ha tenido suerte y le ha tocado un cole que no está del todo mal, lo cual no significa que no esté mejor en casa con su papá y conmigo.

Por otro lado, no puedo abandonarlo todo e irme al campo a vivir a estas alturas. Mi chico no está por la labor y yo... creo que tampoco.
Esta es nuestra sociedad: está organizada de tal manera que unos pocos explotan al resto, y los hijos de todos tienen que estar aparcados para poder seguir explotando a los padres.
Con la excusa de la educación se separa a los niños demasiado pronto de sus familias y se les mete en un sitio enorme, lleno de niños y de adultos que imponen una reglas rígidas alejadas de sus necesidades.

Así que tengo dos opciones: alejarme de la sociedad, ser testimonio de lo que puede ser una vida más humana y radicalmente distinta a la que vive la mayoría.
O bien quedarme en la sociedad, y ser testimonio desde dentro, con menor radicalidad, pero más cercana.
Y no es que una de las dos opciones me parezca mejor, que creo que hace falta gente arrimando el hombro en ambos lados: unos que tiren desde fuera, mostrando caminos, y otros empujando desde dentro.
Así que, mientras el sistema me permita estar dentro, creo que esta es mi opción.

Y mi búsqueda es: ¿Cómo hacer que la escuela sea más humana, menos destructora para los niños?
Y como no quiero hacer esta búsqueda sola, pues he creado este blog, para que quien me encuentre y quiera seguirme, pueda aportar y preguntar; pues sé que no soy la única que vive estas reflexiones.